“Nunca subestimes el corazón de un campeón”.
Rudy Tomjanovich patentó la frase cuando Houston Rockets fue campeón por segunda vez de la NBA. Su equipo no había tenido ventaja de localía en las series decisivas de playoffs, incluso había estado 1-3 abajo en una ante Phoenix, pero la personalidad y el gran juego colectivo del aquel equipo comandado por Hakeem Olajuwon aprovechó aquel retiro de un año y medio de Michael Jordan para ganar dos anillos seguidos, en 1994 y 1995.
Esta misma frase aplica exactamente a lo que pasó este domingo por la noche en el Allegiant Stadium de Las Vegas. San Francisco 49ers dominó el juego durante al menos dos cuartos y medio y estuvo arriba en el marcador en casi toda la noche, pero Kansas City demostró por qué era el campeón defensor. Y ahora el primer bicampeón en casi dos décadas. Y por qué tiene a dos jugadores distintos, especialmente Patrick Mahomes, el gran mariscal de campo que apareció cuando debía para liderar a los Chiefs a su cuarto campeonato, el tercero en cinco ediciones bajo el quarterback, que está marcando una era y definitivamente puso en marcha una dinastía.
Kansas City se sobrepuso a los peores momentos, jugó desde atrás durante casi toda la noche y pudo ganarlo en la última serie ofensiva, en suplementario, nada menos, con un Mahomes brillante. Un partido para el infarto, digno de una película de Hollywood, como es este guión que tiene a Mahomes y a esta franquicia, ahora más famosa desde que Travis Kelce, su otra figura, está de novio con Taylor Swift, la cantante más popular del mundo, que estuvo en el palco y disfrutó el triunfo de una forma desatada.
San Francisco dominó cuando su gran defensiva le metió presión a Mahomes. Una muralla que realizó todas las coberturas, con mucha agresividad, disciplina y capacidad, tanto colectiva como individual. No es casualidad que la dirigencia haya gastado la mitad del presupuesto salarial en defensores. Kansas City, en cambio, puso la mayor cantidad de dinero en Mahomes y los atacantes (55%).
Brock Purdy, a los 24 años, superó la presión y pudo ser el mariscal más “barato” en ganar un Superbowl. Esta temporada se llevó apenas el 0.37% del salario total del equipo en esta campaña, buscando superar a Tom Brady, el mejor de todos los tiempos, que en 2002 fue campeón con el 0.46%. Estuvo cerca pero enfrente tuvo a un crack. Mahomes volvió a demostrar por qué tiene el sueldo más alto de la competencia. El año pasado ganó con el % más alto (17.2%) y ahora repitió con el 16.9%.
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La jerarquía individual del campeón le permitió bancar en la mala. Esta situación de paridad, sumada a las presencias de Mahomes en la cancha y de Swift en el palco, viendo a su novio Travis Kece, sumó para que este Superbowl pueda pelear por ser el más visto de la historia dentro del país. La edición 2023 había alcanzado el récord con 115.1 millones de espectadores y la anterior ganada por los Chiefs, en 2020, mantenía el segundo puesto con 113.4. Fue justamente cuando Kansas City le ganó a San Francisco se impuso 31-20 en Miami, tras dar vuelta el marcador en el último cuarto -perdía por 10-. Esta vez pasó lo mismo, fue triunfo viniendo de atrás y seguramente mañana sabremos si esta nueva hazaña deportiva alcanzará una nueva marca histórica en términos de audiencia televisiva.
Lo que no colaboró, según los expertos, fue el show de entretiempo. Fue bastante criticado el espectáculo de Usher, el principal protagonista. Sí pudimos ver el comercial que tuvo a Leo Messi como protagonista. La cerveza Michelob Ultra lo contrató, aseguran que por 14 millones de dólares, para que aparezca en la playa, gambetee a un par de turistas, haga una pared con el mítico quaterback Dan Marino -recibe un pase en su yate y se la devuelve con la mano- y de una asistencia antes de que le avisen que su cerveza ya estaba lista. Las publicidades, en esta edición, costaron un promedio de 6.5 millones por 30 segundos. En este caso hablan del doble, por los segundos y aunque el costo aseguran se fue mucho más arriba. Leo no habló ni una palabra en inglés ni tampoco probó la cerveza…
Casi 30 minutos estuvo para anotar el campeón. Recién cuando se vio 0-10 y totalmente dominado en el juego, especialmente su ataque ante la muralla defensiva que levantaron los Niners. San Francisco le metió presión a Mahomes, no permitiéndole tiempo ni espacio para lanzar sus míticos misiles. Lo hizo con los cuatro defensores frontales, sin necesidad de implicar a los backs y así tener superioridad numérica ante los receptores (7 a 4).
Mahomes tuvo que salir del bolsillo de protección de sus guardias y extender las jugadas, sin suerte -fue atrapado algunas veces-, salvo alguna jugada excepcional. Recién en los últimos dos minutos pudo entrar en ritmo, la ofensiva tuvo algo más de fluidez y pudo acercarse a la zona roja. Al menos pudo anotar un gol de campo y se fue al vestuario con ese momentum, con algo más de confianza. Hasta ahí San Francisco había sido claramente mejor, en el juego y en lo emocional. Claro, la diferencia fue corta. Tanta supremacía para un 10-3 lucía poco, sobre todo con Mahomes y el campeón en frente.
No pudo ser peor el comienzo del segundo tiempo para los Chiefs. Primero a Pacheco se les escurrió la pelota y luego el infalible Mahomes fue interceptado cuando volvió a extender una jugada y su lanzamiento no fue preciso. Panorama negro para Kansas City, perdido como equipo y con Mahomes frustrado. Pero la experiencia y la jerarquía mantuvieron en juego al que estaba abajo. Esperaron su momento y cuando llegó, lo aprovecharon.
Un error y pérdida de San Francisco le dieron la pelota a Kansas City y Mahomes los hizo pagar. Travis Kelce, la figura de los Chiefs que hoy es más conocido como ser el novio de Swift, abrió la defensa como señuelo y Valdes-Scantling recibió solito para el 13-10. Enseguida las cámaras se fueron con Taylor, quien saltó y deliró en el palco.
Fue el turno para San Francisco de reaccionar. Y lo hicieron, como pudieron. Sin el juego terrestre que tanto le había dado resultados. Con Brock Purdy generando la mejor serie ofensiva del partido para el equipo, que se coronó con el touchdown de Jauan Jennnings, a pura potencia, en una final soñada para el receptor nacido en Tennessee. Pero, para agregarle más emoción, al pateador rookie Jake Moodey le bloquearon el extra punto y la ventaja quedó en sólo tres. Ahí pudo estar otra diferencia en el juego porque el kicker rival, Harrison Butker, mantuvo en juego a su equipo metiendo antes el gol de campo más largo en la historia de esta gran final (57 yardas), superando justamente el que su rival había metido en el PT (55).
Butker volvió a ser decisivo, para empatar el partido, a 5m46 del final. En la siguiente ofensiva, los Niners llegaron hasta la pausa de los dos minutos y le dieron la chance de redimirse a Moodey, que volvió a responder, esta vez desde 53 yardas. Así hizo olvidar al extra punto bloqueado. Kansas City arrancó la última serie con 1m53, enfrentando a la defensa que lo había gobernado pero, claro, del otro lado estaba Mahomes, la estrella de la NFL. Y Patrick dio lo esperado. Con Kelce acarreando la pelota con una corrida cruzada (22 yardas) que le permitió ponerse a metros del touchdown ganador, a 10 segundos del final. Pero no salió la última y Butker empató desde 29 yardas para mandarlo a suplementario, a tres segundos del cierre.
San Francisco metió otra gran serie ofensiva pero se quedó en las puertas del touchdown. El nuevo gol de campo (27 yardas) de Moody le dio ventaja de tres y obligó a Mahomes a tener que sumar puntos. Y Patrick, con su inteligencia y frialdad, no falló hasta quedar a tiro de ganar el juego. Corriendo o pasando a sus buenos receptores, lo fue haciendo, como un orfebre. En otra noche épica que ratifica su enorme jerarquía. Y la creación de una nueva dinastía. La de los Chiefs y la de Mahomes.