La Iglesia católica lleva mucho tiempo atenta a las apariciones sobrenaturales, como las afirmaciones de avistamientos de la Virgen María, las madonas que lloran o los crucifijos que sangran. A lo largo de los siglos, solo ha respaldado un pequeño porcentaje de las miles de apariciones que se han reportado, en un esfuerzo por proteger a los fieles de charlatanes, errores doctrinales o intentos de obtener ganancias.
Sin embargo, la era de las redes sociales ha acelerado la propagación de afirmaciones no verificadas, por lo que el Vaticano teme que estos fenómenos puedan escapársele fácilmente de las manos y de su control.
Por ello, el viernes, el Vaticano dio a conocer nuevas y exhaustivas directrices para evaluar las visiones de la Virgen María y otros fenómenos sobrenaturales basados en la fe, en un documento que ofrece instrucciones detalladas a los obispos, quienes han sido los responsables de reportar las denuncias.
“La Iglesia necesita procedimientos claros”, señala el documento, cuyas directrices fueron aprobadas por el papa Francisco este mes, añadiendo que la intención no es negar todas las nuevas afirmaciones de avistamientos que surjan. “Las Reglas para proceder en el discernimiento de supuestos fenómenos sobrenaturales que ahora presentamos no pretenden necesariamente ser un control ni, menos aún, un intento de apagar el Espíritu”, señala el documento.
Dado que las apariciones u otros avistamientos son experiencias privadas e individuales, la Iglesia no exige a los fieles que acepten la autenticidad de tales acontecimientos. “La Iglesia da a los fieles la libertad de prestar atención” o no, declaró el viernes en una rueda de prensa el cardenal Víctor Manuel Fernández, jefe de la Oficina de Doctrina del Vaticano.
Pero algunas de las que el Vaticano ha respaldado, como las apariciones de la Virgen María en Lourdes, Francia, en el siglo XIX y las de Fátima, en Portugal, a principios del siglo XX, se han convertido en destinos de peregrinación y focos de fe enormemente populares y lucrativos.
Los reportes no se limitan a épocas pasadas. El último mes de marzo, un obispo al norte de Roma desmintió las afirmaciones de un autoproclamado vidente que decía recibir regularmente mensajes de la Virgen María a través de una estatua conocida como “La Virgen de Trevignano”. Durante casi nueve años, cientos de peregrinos se reunían el día 3 de cada mes en una colina sobre un lago para rezar a una estatua de la Virgen María y escuchar sus mensajes.
Una comisión de teólogos, psicólogos y canonistas concluyó este mes que no tenía una dimensión sobrenatural. Pero esa decisión no ha disuadido del todo a los fieles de reunirse en Trevignano, y Fernández dijo el viernes que la Iglesia seguiría vigilando la situación para determinar si eran necesarias medidas más drásticas.
El cardenal Fernández también dijo que las nuevas normas ayudarían a la Iglesia a tomar una decisión sobre las visiones de la Virgen María que se dice que se han producido desde 1981 en Medjugorje, Bosnia-Herzegovina.
Millones de creyentes han encontrado consuelo espiritual en Medjugorje, y hay decenas de informes de curaciones milagrosas, conversiones y llamadas religiosas, ya que los peregrinos acuden allí en gran número. Pero las supuestas apariciones también han suscitado controversia, en parte por su duración y precisa regularidad.
El Vaticano ha encargado dos informes sobre los avistamientos, pero no ha publicado los resultados, y aunque el papa Francisco ha apoyado las peregrinaciones a Medjugorje, también ha expresado sus dudas.
“Yo prefiero la Virgen madre, nuestra madre, y no la Virgen jefa de la Oficina telegráfica, que todos los días envía un mensaje a tal hora”, dijo Francisco a los periodistas en 2017.
Las normas publicadas el viernes sustituyen a otras menos específicas que se redactaron en 1978 y se hicieron públicas en 2011. Las nuevas directrices ofrecen seis posibles “conclusiones prudenciales” para los líderes de la Iglesia que investigan eventos de presunto origen sobrenatural, que van desde el rechazo rotundo a razonamientos más matizados.
Ahora, los obispos que investiguen un posible suceso sobrenatural convocarán una comisión que incluya a un teólogo, un abogado canónico y un experto para “llevar a cabo un examen detallado de todos los aspectos del suceso”. El Dicasterio para la Doctrina de la Fe, órgano de control doctrinal del Vaticano, también intervendrá en cada caso.
Lo más significativo es que la Iglesia ya no emitirá declaraciones que acepten el origen sobrenatural de un fenómeno. En su lugar, “frutos espirituales y pastorales y la ausencia de cuestiones críticas importantes en el evento”, la Iglesia podrá emitir una citación que, en esencia, diga que nada debe impedir al obispo “sacar provecho pastoral de ese fenómeno espiritual”, incluso promoviendo su difusión.
“Es complicado, pero regular lo sobrenatural siempre ha sido complicado”, dijo David Murgia, experto en apariciones y autor de libros sobre varios casos.
El documento también dice que aprovecharse de la fe de la gente debe “considerarse de particular gravedad moral”, y que si hay una “intención deliberada de mistificación y engaño con fines diferentes”, los obispos pueden imponer castigos. Fernández dijo que en algunos casos eso podría incluir la excomunión.
“Como siempre, el Vaticano trata de caminar sobre una delicada línea entre reconocer que, sí, por supuesto que hay beneficios espirituales que pueden venir de las apariciones”, dijo John Thavis, un experto del Vaticano y autor de The Vatican Prophecies que explica cómo la Iglesia se ocupa de estos asuntos.
“Pero, por otro lado”, añadió, “hay que tener mucho cuidado, porque si algo resulta ser falso o no sobrenatural, entonces se puede decepcionar a mucha gente y dejarla dudando de por qué el Vaticano ha tardado tanto en pronunciarse sobre una aparición”.
Giuseppe Ferrari, secretario de una asociación de Bolonia, Italia que vigila los fenómenos sociorreligiosos, dijo que los casos de apariciones reportadas “aumentan constantemente: algunos terminan, otros empiezan”. Las redes sociales son uno de los factores por los que estos fenómenos se extienden tanto, pero muchas personas también, dijo, experimentan fragilidad y necesidad de “certeza en el más allá”.