Por: Marcio Sierra
La ciudadanía hondureña habló con su voto e hizo historia el 30 de noviembre 2025. De la manera más pacifica y contundente le demostró al Partido Libre, una repulsión objetiva por haber impuesto un régimen de dominación política tiránico socialista corrupto y, les han permitido a las fuerzas democráticas, particularmente a las del Partido Nacional, reconquistar el poder de Estado. Ya para terminar el conteo electoral y solo faltando menos de 600 actas por recontar, más de dos millones setecientos quince mil (2.901,715) votos democráticos, se imponen a menos de setecientos mil votos socialistas (697,914).
La mayoría de hondureños que votaron a favor de la democracia anhelan una gobernanza honesta en el ejercicio del poder e inclusiva en lo social. No se trata de tener un mandato retorico, ni de una demanda piruja; sino que es una exigencia ética y ciudadana, nacida del hastío ante al abuso, la corrupción y la exclusión que instauraron los socialistas castromelistas del Partido Libre en cuatro años de devenir histórico institucional francamente fallidos.
La mayoría del pueblo hondureño no acepta una gobernanza demagógica que se base en discursos mentirosos o el clientelismo político vergonzoso, sino que demanda un gobierno democrático con reglas claras, respeto a los derechos humanos y con un enfoque de desarrollo eficaz que contribuya a instaurar una nueva visión integral de avance económico, social y cultural. Necesitamos un Estado democrático en el que las instituciones no sean botín partidario ni trinchera ideológica, sino garante del Estado de derecho. Una gobernanza que cuando le toque su alternancia política, la facilite sin amenazar con desconocer los resultados electorales, boicotear la declaratoria oficial o subordinar la ley a los intereses de una cúpula política, que desprecia la voluntad del pueblo y lo traiciona.
La ciudadanía democrática ha confiado en Nasry Asfura y espera que en su gobierno exista la honestidad. Los hondureños queremos salir del círculo vicioso de promesas incumplidas. Vivir en un país en el que la turbiedad no sea normalizada y el nepotismo despótico, con el fin de aumentar el patrimonio familiar de familias enquistadas en el gobierno, los enriquezca ilícitamente, a costa de los ingresos públicos que se obtienen por impuestos, instrumentalizándolos a su favor o desviando los fondos obtenidos de préstamos o donaciones internacionales para maniobras política o de enriquecimiento irregular claramente deshonesto. No queremos más deshonestidad gubernativa, amparada en la no rendición de cuentas y la trasgresión de la ley y la impunidad. Hay que reducir la desigualdad y lograr que los ciudadanos salgan del abandono y tengan acceso a la salud, la educación, el empleo y la seguridad. Tener un país con inclusión significa abolir el clientelismo, la dependencia política; significa tener políticas públicas eficaces que aumenten las oportunidades y, que las capacidades sean fortalecidas y restituida la dignidad de las personas.
Estamos intoxicados con discursos refundacionales socialistas castromelistas vacuos. El pueblo derrotó al Partido Libre porque crearon inestabilidad, irrespeto, desempleo y una ruta gubernativa opresiva que no construyó el camino hacia el futuro alentador. El Partido Nacional, debe gobernar con sabiduría, sin realizar tácticas impositivas, sino diálogos constructivos que contribuyan a integrarnos y unirnos alrededor de una visión de desarrollo nacional. La nueva gobernanza, especialmente, ahora mas que nunca, debe ser democrática, madura y muy alejada de las tentaciones autoritarias o de las desviaciones personalistas corruptas y de narrativas que busquen justificar el poder sin límites.
