Por: Juan Carlos Jara
Porque han dejado de comportarse como una institución apolítica y obediente al orden constitucional, y han comenzado a actuar como instrumento operativo del poder político de turno. Las imágenes de operativos desproporcionados, capturas espectaculares transmitidas como “shows mediáticos”, y una narrativa que busca criminalizar figuras históricas del país, como el General en retiro Romeo Vásquez Velásquez, evidencian un preocupante desvío de sus funciones.
Las Fuerzas Armadas están llamadas a garantizar la soberanía, la defensa nacional y la estabilidad institucional. No son —ni deben ser jamás— una policía política. La espectacularización de su accionar no solo atenta contra la dignidad de las personas perseguidas, sino que también instala el miedo en la ciudadanía, envía un mensaje de represión y busca callar a la oposición bajo la amenaza implícita de que “el que se mueve, no sale en la foto… o sale esposado”.
Esto no es fortuito. Es parte de una estrategia para militarizar el discurso del poder, legitimar el autoritarismo con uniformes, y generar un clima de control absoluto donde ya no se distingan ni el bien común, ni la legalidad, ni los límites institucionales. En el fondo, es el uso del miedo como método de gobierno.