Por: Marcio Sierra
Las fuerzas democráticas hondureñas organizadas en una variada gama de organizaciones que participan en el campo de la lucha política, desde partidos tradicionales hasta instancias de la sociedad civil, sean ONG o gremios de profesionales y ciertos sindicatos de empleados públicos, enfrentan un poder político autoritario que opera en cuatro planos de ofensiva estratégica: el plano que encabeza la dupla Zelaya-Castro y es propiamente integrado por familiares directos y cabezas de familias vinculadas a ellos por lazos de lealtad y amistad, el plano del Partido Libre dirigido por una cúpula de dirigentes que, han subordinado sus decisiones a MEL, al designarlo coordinador del nivel superior de este partido, el plano del clan político castromelista, la instancia que pone en práctica las acciones táctico estratégicas que decide el partido y el plano de los colectivos, que constituyen la fuerza de choque que utilizan a la hora de realizar movilizaciones callejeras u operativos políticos de coerción propiamente partidaristas. Este modo de organizarse para la lucha política que tienen los socialistas refundacionales, sigue una línea vertical, unificada y muy bien establecida al nivel territorial. Lo que, en el contexto político actual, la oposición democrática no tiene. Las fuerzas democráticas han desplegado una organización política dispersa, que refleja la desprevención política para llevar a cabo una ofensiva integrada que evite la derrota electoral o, en caso súbito, la imposición de una asamblea constituyente manipulada por el Partido Libre. En tanto que las fuerzas de izquierda actúan de manera integrada, las fuerzas democráticas no tienden a fortalecer sus capacidades de resistencia frente al caudillismo oligárquico familiar autoritario, sino que mantiene reducido su poder de oposición y lucha ciudadana.
No obstante que aumenta el malestar popular ante el gobierno refundacional debido a la ineficiente política de seguridad, el deterioro económico generalizado, el empobrecimiento general, la descarada corrupción pública y la utilización política de la instituciones estatales; las principales organizaciones de oposición democrática, tales como: el Partido Nacional, el Partido Liberal, el PINU, la Democracia Cristiana y los movimientos ciudadanos opuestos al autoritarismo socialista refundacional, permanecen desarticuladas, entretenidos en solucionar discordancias internas, que causan el alejamiento de la finalidad esencial de dar la lucha de oposición democrática unificada, bajo una pauta política de integración horizontal. Es decir, siguiendo una estrategia que combina operaciones políticas.
La integración política de las fuerzas de oposición democráticas es complicada, porque implica combinar esfuerzos partidaristas en función de metas comunes, que contribuyan a vencer las ventajas que tiene el Partido Libre en su lucha política para mantener el poder que ostenta.
Desde un punto de vista electoral, el dilema es cómo lograr aglutinar el voto y evitar la desbandada electoral que beneficia al Partido Libre, sin debilitar el posicionamiento político que tienen los partidos opositores al oficialismo que ya están participando en la contienda electoral.
Sin embargo, se pueden lograr puntos de convergencia alrededor de una coordinación conveniente para la defensa del proceso electoral (observación, actas, movilización) y el fortalecimiento de una narrativa política coherente y compartida, que logre conectar al electorado con las posturas que exponen la democratización del Estado y la sociedad hondureña.