Por: Juan Ramón Martínez
Los constituyentes que redactaron la Constitución de 1982 la diseñaron a prueba de los vicios militares. López había dado dos golpes de estado y Paz García, ofrecido resistencia para admitir que los militares debían regresar a los cuarteles. Lo que no previeron fue que los enemigos de la estabilidad y la continuidad democrática serían los civiles: Suazo Córdova, Manuel Zelaya y JOH. Y que, además de haber blindado el texto constitucional, debieron hacer lo mismo con el Congreso y con el Tribunal Nacional Electoral en que por arreglo con los militares, lo entregaron a los partidos. La última reforma, dejar el CNE reducido a tres miembros – y permitiendo que Mel tuviera un tercio del mismo – debilitó el sistema. Especialmente porque el CNE “solo hace las mejores elecciones del siglo” cuando Mel impone su voluntad; y gana las elecciones.
La democracia es la tiranía de los números. El que logra mayoría es el que gana. Desconocer los resultados es la peor conducta política. Y para esto no hay sino una sociedad que censure; un sistema educativo que prepare para la grandeza de las derrotas; y unos políticos que pongan los intereses de Honduras primero que los suyos. Además, Mel no sabe multiplicar
El que Mel – el falso “constructor de las victorias” – no acepte los resultados y busque justificaciones por sus errores no sorprende. Ello está en el ADN de una personalidad deformada en una familia disfuncional, cultivada en el concepto que la “habilidad” radica en engañar a la mayoría – incluidos los más inteligentes – y que, además cuando lo encuentran con las manos en la masa, eche la culpa a los otros; y así salirse con la suya.
Mel no ha aceptado – como dice la salvadoreña Besy Ríos – que se equivocó al creer que el pueblo quería otra ideología. Cosa que le interesa muy poco. Quería soluciones a sus problemas; y que el gobierno suyo, — disfrazado bajo las faldas de Xiomara –, no atendió oportunamente. Y por ello el electorado lo castigó.
Otra explicación más elaborada es una tontería de sociólogos pocos enterados e infectados de lecturas indigestas. El FMLN libró una guerra que empató con los militares salvadoreños. Ganó dos elecciones; pero al final perdió el poder, transformándose en una insignificancia. Confirmando que no es cierto que es la primera vez que ocurre en el continente que los “revolucionarios” pierden el poder.
Ahora lo extraño es el comportamiento de Nasralla frente a los resultados electorales. Y que no tome conciencia que su comportamiento irregular tiene efectos negativos para la vida nacional. Lo que afectara a su figura, al darle la razón al equipo de Trump que le negó su confianza por sus veleidades, por sus servicios a los Zelaya; y su cariñosa subordinación emocional a las manipulaciones de alguien más tonto que él.
Insisto. Estoy desconcertado. Creí que Nasralla tenía talento para evaluar sus actos y buscar en los resultados explicaciones de lo que hizo. O dejo de hacer. Aunque más adelante me ocuparé en detalle de este asunto, debo indicar que Nasralla descuidó las bases rurales del Partido Liberal – las más resistentes a su candidatura –; no creó relaciones afectivas con los líderes municipales; y no tuvo en cuenta la historia partidaria de los departamentos que necesitaba ganar. Se concentró en Cortés. Ignorando que, sin Francisco Morazán, Comayagua, Olancho y el Paraíso, no podía ganar aunque barriera en la Costa Norte como le ocurrió al PL en la pasada elección.
Nasralla tiene que evitar que Mel abuse y se aproveche de su incapacidad para reconocer sus errores. Los que al final fueron identificados por los votantes en forma mayor que a Asfura su adversario. Nasralla no pudo hacer un discurso liberal. No manejo un relato que le sonara familiar a las bases rurales. Habló casi siempre para las barras deportivas, para los que siempre están en contra de todo; y especialmente dio seguridades a los que querían castigar a Mel y a Xiomara. Esto lo hizo muy bien. La derrota de Rixi es obra suya en gran parte.
Pero no hizo las cosas como para ganarle a Asfura que realizó una campaña menos televisiva, más cercana; y de pueblo en pueblo, en solitario. Visitando con humildad casa en casa a los electores; devolviéndoles la seguridad que el peligro que representaba el socialismo de Mel, solo él podía derrotarlo. Aquí, Asfura fue mejor.
Ahora a Nasralla solo le queda mostrar grandeza en la derrota. Otra ruta, será su final políticamente.
