By Por: Marcio Sierra
La ciudadanía hondureña vivió cuatro años bajo una dominación socialista controlada por el Partido Libre que tuvo más fracasos y desaciertos que aciertos favorables para el desarrollo de Honduras. Los socialistas refundacionales, se encerraron en un círculo vicioso promoviendo una narrativa revolucionaria, a la vez que impusieron, una práctica gubernativa caudillista familiar que limitó el desempeño del Estado de derecho y, en su lugar, endurecieron una gobernanza claramente opresiva y corrupta. Por más que fomentaron la narrativa política transformadora; en su gestión práctica, demostraron incapacidad administrativa irresponsable que los condujo a cometer muchos errores políticos que, no deben cometerse por gobierno alguno que nos gobierne de ahora en más.
Los socialistas refundacionales demostraron que su proyecto político quiso sostenerse a punta de lemas sin contar con una planificación que orientase el proceso del mandato, ni datos que permitiesen ofrecer logros medibles. Por el contrario, cayeron en la centralización política en manos del Partido Libre y de una oligarquía familiar despótica y deshonesta. Que se dedicó a manipular el Ministerio Publico, a atacar a los opositores desde el poder judicial y a ejercer la opresión que sólo condujo al desequilibrio democrático. Demostrando que la toma del Estado para imponer el autoritarismo conduce al debilitamiento de las instituciones y la imposición de políticas duras y represivas. Los hondureños necesitamos fortalecer la institucionalidad democrática y el Estado de Derecho sin corrupción.
En estos cuatro años de dominación socialista refundacional, la crisis de seguridad aumentó, a pesar de haber prometido la ejecución de una política humanista en seguridad. A lo largo de la gobernanza castromelista, no se logró contener la violencia ni tampoco desmontar las estructuras criminales. La extorsión siguió aumentando, las masacres se volvieron continuas y la actividad de las maras y el narcotráfico persistieron. No se vio inteligencia policial alguna, pero si un estado de excepción prolongado que evidenció la inexistencia de una estrategia de seguridad integral. Al no tener una inteligencia policial efectiva, ni tampoco una depuración real, ni una coordinación fiscal oportuna, la seguridad no mejora. Con demagogia ideológica no se puede detener la criminalidad.
Asimismo, al estancar la economía e imponer políticas erráticas lo que se obtuvo, fue un proceso económico contraproducente que reflejó la caída de la inversión extranjera, la incertidumbre regulatoria, el freno de proyectos estratégicos y un clima de negocios completamente deteriorado. Demostrando que la estatización de los servicios o la intervención del Estado en el mercado genera el temor empresarial y la desconfianza. Para que haya un desarrollo económico efectivo se requieren reglas claras, un dialogo constructivo, la estabilidad, alejarse de la improvisación y la confrontación ideológica.
No hubo una postura ética en la administración pública socialista, pero si compras irregulares, nepotismo, manejo opaco de fideicomisos y caos en el Instituto de la Propiedad que, reflejaron una dominación refundacional castromelista corrupta. Lo que nos indica que la corrupción no se ataca con banderas partidarias, sino estableciendo controles, auditoria y propiciando la participación ciudadana. Hay que reconocer que la legitimación social no es eterna y se desgasta al ignorar los anhelos de los ciudadanos que llevan al poder de Estado al partido que gana.
