Por: Sandra Ponce
Una coyuntura histórica exige soluciones excepcionales
Honduras se encamina hacia las elecciones de noviembre en un momento de inflexión histórica. Cuarenta años después del retorno a la democracia, el país enfrenta una pregunta crucial: ¿cómo recuperar la gobernabilidad sin renunciar a la pluralidad democrática?
El debate sobre el voto en plancha ha dejado de ser un tecnicismo electoral. En realidad, plantea el dilema de fondo sobre la viabilidad del sistema político y la capacidad del Estado para decidir, reformar y responder.
La promesa inconclusa de la Constitución de 1982
La Constitución hondureña de 1982, inspirada en la ola democrática latinoamericana, buscó organizar el poder para proteger la libertad, siguiendo la noción de Nicola Matteucci sobre la “organización del poder y la garantía de la libertad” (Matteucci, 1983).
En su diseño inicial, el sistema político descansaba en un presidencialismo fuerte y un Congreso elegido por representación proporcional, con listas cerradas y voto fusionado, que favorecía la estabilidad bipartidista.
Era la fórmula regional de los años 80 (Huntington, The Third Wave, 1991): institucionalizar la democracia antes de perfeccionarla. El objetivo era simple y urgente: evitar rupturas autoritarias y asegurar alternancia pacífica.
Pero las reformas electorales posteriores —de los 90 y 2000—, adoptadas muchas veces de forma fragmentaria, ampliaron la representación sin fortalecer la eficacia institucional. El resultado: un Congreso más plural, pero también más frágil y menos funcional.
De la pluralidad al bloqueo: la democracia sin dirección
El sistema proporcional multiplicó las voces, pero disolvió las mayorías necesarias para gobernar. Informes de la Asociación para una Sociedad más Justa (ASJ, 2024) y de observatorios legislativos nacionales señalan que menos del 10 % de los proyectos de ley presentados en el Congreso se aprueban, y la mayoría no pasan de la fase de dictamen.
La ciencia política lo anticipaba. Juan Linz y Scott Mainwaring mostraron que los sistemas presidencialistas con representación proporcional tienden a caer en parálisis institucional crónica, con presidentes sin mayoría estable y Congresos sin cohesión (Linz, 1990; Mainwaring, 1993).
“No hay gobernabilidad posible cuando nadie puede decidir”, advertía Mainwaring (1993). El Congreso hondureño de los últimos años confirma esa advertencia: fragmentado, errático y capturado por cálculos de corto plazo.
Justicia debilitada y desconfianza institucional
El problema no es solo político, sino estructural. Los indicadores del World Justice Project (2024) colocan a Honduras entre los países con menor percepción de independencia judicial en América Latina. El Banco Mundial (WGI, 2023) y Amnistía Internacional (Informe 2024) documentan una baja confianza en el Estado de derecho y en la efectividad del sistema judicial y del Ministerio Público.
No se trata de juicios partidistas, sino de percepciones recogidas por organismos internacionales y bancos de desarrollo regionales (BID, 2023). Hoy, los tres poderes del Estado son percibidos como poco articulados y con contrapesos debilitados, lo que mina la legitimidad democrática.
El voto en plancha: una herramienta excepcional, no un cheque en blanco
En contextos normales, el voto en plancha puede parecer un retroceso en pluralismo. Pero en esta coyuntura, representa una herramienta de ingeniería constitucional excepcional para restaurar la capacidad de decisión del Estado.
El candidato liberal, que propone un programa de reformas estructurales profundas, ha planteado como su medida más ambiciosa la instalación de una Comisión Internacional contra la Corrupción con apoyo de las Naciones Unidas (ONU, 2024). Esta iniciativa se enmarca en una visión más amplia de cooperación internacional para fortalecer el Estado de derecho y combatir la criminalidad organizada transnacional, reafirmando su compromiso con el mantenimiento del tratado de extradición, un tema de alta sensibilidad política pero esencial para restaurar la confianza en las instituciones judiciales y en la lucha contra la impunidad.
La instalación de dicha Comisión requerirá reformas legislativas de gran calado, incluyendo ajustes en la Ley Orgánica del Ministerio Público, el régimen de cooperación judicial y los mecanismos de inmunidad parlamentaria, lo que demanda un Congreso funcional y comprometido con la transparencia.
Esta propuesta no es popular entre el establecimiento político, el mismo que en su momento promovió la salida de la Misión de Apoyo contra la Corrupción e Impunidad en Honduras (MACCIH), auspiciada por la Organización de los Estados Americanos (OEA, Informe 2020), tras una serie de pactos opacos entre fuerzas políticas que garantizaron su expulsión del país.
“No se trata de otorgar poder absoluto, sino de dar un voto de confianza temporal para poder gobernar”, sostiene la autora.
Este voto de confianza debe ser temporal y vigilado:
– Con mandato delimitado por una hoja de ruta de reformas verificables.
– Con transparencia legislativa y auditoría ciudadana.
– Y con el compromiso de restaurar la independencia judicial como piedra angular del nuevo equilibrio de poderes.
La ortodoxia no basta cuando el sistema está roto
La ortodoxia democrática exige pluralidad y contrapesos, pero también capacidad de decisión. Como recordaba Robert Dahl en su teoría de la poliarquía, la democracia sobrevive solo cuando los gobiernos pueden decidir eficazmente dentro de límites legales (Dahl, 1971).
Honduras no puede seguir atrapada entre la fragmentación y la inercia. El voto en plancha no es una renuncia a la democracia, sino una medida transitoria de emergencia institucional: un paso pragmático para reconstruir los equilibrios perdidos.
Conclusión: un voto de confianza para reconstruir el Estado
El país se encuentra en un momento de cambio profundo. El voto en plancha, excepcional y condicionado, es una invitación a la gobernabilidad responsable: un llamado a la acción para restaurar la capacidad de decidir, reformar y responder.
“No se pide un voto de sometimiento, sino un voto de confianza para que la democracia vuelva a gobernar.”