Tegucigalpa – El arzobispo de Tegucigalpa, José Vicente Nácher, pidió hoy en la homilía dominical no ser indiferentes ante el fenómeno migratorio y recordó que Jesús y su familia fueron migrantes.
El también presidente de la Conferencia Episcopal de Honduras recordó que la Iglesia conmemora la semana del migrante y destacó la labor que realiza la Pastoral de la Movilidad Humana.
Qué familia, entre nosotros, no está separada por la distancia, claro cerca en el corazón, pero con muchos kilómetros de por medio por motivos de trabajo u otros, reflexionó.
La fe de la Iglesia debe confortarnos en tiempos cuando hay distancia, zanjó.
“El que no renuncia, incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío”. Impresionante exigencia de radicalidad que solo Jesús puede pedir. No es una petición de exclusividad caprichosa, sino realista, porque no podemos servir a dos señores, comentó.
Esta opción plena por Jesús tiene dos razones fundamentales: la primera es que si el seguimiento de Cristo coincide con otros intereses, nuestro corazón estará roto y nuestra vida diaria también; la segunda razón para la totalidad en el seguimiento cristiano es que Jesús se da del todo y nos da todo, Él nos ofrece una relación de mutua y plena entrega. Con Cristo ganamos, sin Él, perdemos, reflexionó.
Renunciar a los propios bienes, o lo que consideramos como tales, por seguir a Cristo, es optar por una realidad superior, más hermosa, más extensa, más justa y noble. Y este “buen proceder es fruto de la libertad, no de la coacción”, como escribe Pablo, “el prisionero por Cristo”, acotó.
Renuncia voluntaria, cruz aceptada, opción consecuente… no son los criterios de los hombres, sino los de Dios, cuyos designios Él revela, enviando su Santo Espíritu. “Nuestros pensamientos son frágiles”, como decía la primera lectura de hoy, dijo.
“Si apenas alcanzamos a comprender las cosas de la tierra, ¿cómo vamos a rastrear las del cielo?” Definitivamente, la sabiduría divina es superior a la nuestra, y conocer sus pensamientos es realmente un don que Dios da a los que se lo piden con sincero corazón. La salvación no depende de nosotros, sino de Jesucristo, la Palabra eterna hecha carne, en quién conocemos al Padre, agregó.
Es por ello, porque Cristo es el Hijo de Dios -el que debe ser amado “con todo el corazón y con todas las fuerzas”-, por lo que Cristo merece ser amado como el único amor, la única riqueza, el único proyecto personal que realmente llena nuestros corazones. Presentar un Evangelio distinto sería ante todo una traición a Cristo, pero también sería una enorme decepción para nosotros, caviló.
Si Jesucristo nos presenta tan alto compromiso es porque eso es lo que nos conviene. La fe en el Señor Jesús no es una decisión más entre otras, sino la que une, fundamenta y acompaña todas las demás, pronunció.
El seguimiento cristiano es una tarea muy seria, que amerita dos preguntas vinculadas: ¿podré hacerlo? Y la otra, ¿qué será de mí si no lo sigo? la primera se responde, que no, que yo por mis fuerzas no podré. Y la segunda, se responde, diciendo que, si no sigo a Jesús, estoy perdido, muy perdido. Si lo necesito, pero no puedo hacerlo solo ¿Estoy acaso en un callejón sin salida? La verdad es que la humanidad entera está en esa encrucijada. Por ello, como siempre, la respuesta es Jesús mismo, camino, verdad y vida. El Padre, compadecido de nosotros, nos envió a su propio Hijo, para que, acogiéndolo a Él, abrazáramos -por Él- la vida en plenitud, razonó.
Asistir a la Misa dominical, de alguna manera, participa también de las renuncias que hay que hacer para vivir nuestra fe auténticamente. Por eso, cada domingo, la familia cristiana deja todo lo demás, y participa con alegría en el banquete eucarístico, concluyó.