Por: Ángela Sosa
La consejera presidenta del Consejo Nacional Electoral de Honduras, Abogada Cosette López Osorio, enfrenta amenazas contra su vida, su integridad personal y la de su familia por cumplir con su deber institucional: salvaguardar lo que queda de la institucionalidad democrática en nuestro país. Paradójicamente, las organizaciones feministas que deberían alzar la voz guardan silencio.
Muchas han sido cooptadas por el poder de turno, confundiendo militancia partidaria con defensa de los derechos humanos. Mientras tanto, el Sistema Nacional de Protección brilla por su omisión conveniente. Ser mujer —y llamarse feminista— no basta; se necesita coherencia, valentía y ética. Hoy, el feminismo instrumental calla ante una violencia que no conviene denunciar. Pero el silencio es peligroso: hoy es una, mañana serán otras… hasta que un tsunami de porquería política se las trague a todas.
El caso de López Osorio evidencia el desamparo legal y humano que enfrenta. La soledad institucional es brutal: quienes alguna vez gritaron “no estás sola” hoy solo llenan espacios mediáticos. Ella sabe que el verdadero acompañamiento se articula en los círculos de poder real, ese poder elitista que gobierna Honduras. Desde allí, no se escucha ni una palabra del candidato nacionalista; ninguna decisión que lidere acciones para proteger a una mujer que arriesga su vida y la de su familia por preservar lo poco que queda de democracia.
La magistrada está rodeada de gente, pero sabe que está sola. Porque la institucionalidad, sin voluntad humana, es apenas una ficción jurídica. Y hoy, esa voluntad obedece a intereses radicales del poder y a la ambición personal de quienes, siendo oposición, callan para conservar el “puestazo”, gozar de impunidad o simplemente pasar sin pena ni gloria, a costa de la libertad de Honduras.
Cosette ha sido blanco del arma favorita del autoritarismo cuando ya no quedan argumentos: el asesinato de reputación. En América Latina, la izquierda radical ha perfeccionado esta estrategia contra opositores, especialmente mujeres, usando ataques a su vida íntima para desacreditarlas. Se insinúan romances, favores sexuales o vínculos turbios, sin pruebas, pero con alto impacto simbólico. Esta técnica —descrita por Hannah Arendt como la aniquilación moral del adversario— busca deslegitimar sin debatir. Es una práctica común del actual desgobierno hondureño, irónicamente dirigido por una mujer… al menos, eso parece.
El feminismo instrumental calla, y la ética política desaparece. Así opera el poder cuando se queda sin razones y sin Dios. Es un feminismo que respalda a mujeres en el poder, incluso sabiendo los delitos cometidos por sus esposos. Pero mientras se envuelven en la nube rosa del poder —entre salones, vinos y vanidades— se olvidan de las barbaridades cometidas por esos “machos políticos”. Se teje así una cadena de complicidad y maldiciones generacionales que, más temprano que tarde, les pasará factura.
La consejera presidenta ha dicho: “esto no es vida” y tiene razón, porque se reconoce ella misma en su buena y noble naturaleza, pero para los “izquierdas ateos y despiadados”, su caso es solo un manjar sangriento: destruir, mentir, violentar… y disfrutarlo. Porque, para ellos, esa sí es la vida.
Bíblicamente se afirma que la lucha no es contra carne ni sangre, sino contra huestes espirituales, potestades y principados. Y así es: el partido gobernante ha empoderado el odio y el resentimiento social. El asesinato de reputación se ha vuelto su arma sistemática. No es solo una práctica política sucia, sino una forma baja y cruel de violencia simbólica, diseñada para destruir credibilidad, paralizar acciones y desmoralizar a líderes, activistas y profesionales comprometidos.
Distinguidísima consejera presidenta Cosette López Osorio: no le diré “no está sola”. Le diré que oraré a Dios nuestro Padre, para que los líderes democráticos —especialmente del Partido Nacional, al que usted pertenece— se pronuncien y hagan lo que deben: protegerla, respaldarla y acompañarla desde las instituciones que aún sobreviven a este deterioro democrático y republicano.