Discurso de odio

Discurso de odio

Por: Nery Alexis Gaitán

Aquí todo sigue peor. Nada cambia para bien; los políticos son ejemplo de ello. Debido a la gravedad del discurso de odio que está vigente en el campo político, volvemos a reflexionar sobre este preocupante tema que pone en peligro la paz social. Los políticos hondureños se empeñan en no aprender la lección y nos les importa seguir dividiendo a la familia hondureña con el alto costo social que representa.

Los conceptos nos ilustran que: “El discurso político es el discurso producido dentro de la escena política, es decir, dentro de los aparatos donde se desarrolla explícitamente el juego del poder. El discurso político es un discurso de carácter estratégico, es decir, en la medida en que define propósitos, medios y antagonistas. El discurso político manifiesta propiedades performativas, es decir, que quien lo sustenta no se limita solamente a informar o transmitir una convicción, sino que también produce un acto, expresa públicamente un compromiso y asume una posición respecto a un determinado tema en cuestión”. Lo correcto sería que el discurso de los políticos hondureños estuviera orientado hacia el fortalecimiento de la democracia, el respeto a la ley, y a una convivencia en paz.

Pero las elecciones primarias, en donde estuvieron los insultos y descalificaciones a la orden del día, nos dejaron una amarga lección: las “elecciones estilo Honduras” están vigentes. Se violentó la Ley Electoral y el fraude reinó por doquier, especialmente en el Partido Libre. Los ataques viscerales desde el oficialismo a la corriente minoritaria de Rasel Tomé, fueron extremos.

Y es que en todo momento el discurso de los políticos destila odio, insultos, perversión en cada palabra que profieren. Únicamente están interesados en defender los mezquinos interés de su Partido, su élite y su entorno familiar, para seguir gozando de las canonjías del poder. En ningún momento demuestran interés por mejorar las condiciones de vida de los pobres o trabajar por el bienestar común; eso no les interesa, no es parte de su agenda política.

El discurso de odio los anima sin cesar, en su único propósito: disfrutar del dinero de los pobres. Es su carta de presentación al sembrar venganza y atacar a la oposición. Es así que el trágico circo continúa. Acercándose las elecciones generales vemos cómo están desesperados por ganar el voto popular. Esa es la razón por la que hemos vista a Ramona, la Pupila de Mel, tratar de acercarse infructuosamente a los estratos populares.

Hasta el momento la hemos visto representar a una basquetbolista, una ama de casa, una costurera, hacer tortillas y otras sandeces que se le ocurrirán a ella o a sus geniales “asesores” de campaña. Nada más desligado de la realidad, cuando jamás ha dado la menor señal de que le interesa el bienestar del pueblo hondureño. Sólo la hemos visto gozar del poder, ella y toda su familia, a la cual tiene empleada con jugosos sueldos que son un insulto para los pobres de Honduras.

Y, para variar, es coautora de un librito infame, escrito con su maestro y señor, Mel Zelaya, sobre los acontecimientos del 28 de junio de 2009. Este panfleto, escrito en verdad por alguien más, ya que ninguno de los dos tiene esos alcances intelectuales, sólo es una burda justificación de los actos cometidos en ese entonces en contra de la Constitución y la hondureñidad toda. El colmo del cinismo es hacerlo lectura obligatoria en la Cátedra Morazánica; nuestro ilustre prócer ha de estar indignado en su tumba.

Es lamentable que la candidata oficialista no esté interesada en unificar a la familia hondureña, que está hastiada de los conflictos de los políticos. Tampoco le hemos escuchado ningún Plan de Gobierno que contenga como prioridad resolver los graves problemas que enfrenta el país. Lo único que promete es la continuidad de este gobierno de refundación, que tanto caos y miseria ha producido en el país.

¡Libre nunca más!

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