I. CONTEXTO HISTÓRICO (2010–2020)
En la historia de Honduras ha sido común que oportunistas encuentren su nicho para ostentar posiciones de poder mediante triquiñuelas y colusiones.
El caso de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) y la elección de su rector pone en claro la cooptación del partido de gobierno y ahora la traición de un oportunista, que además de megalómano y mitómano, ha convertido a la máxima casa de estudios de Honduras en su hacienda personal, la de su familia y acólitos, hundiendo la institución en descrédito.
Todo comienza en la década del 2010 al 2020 con la lucha entre los estudiantes y docentes partidarios de Libre y miembros del MEU contra la exrectora Julieta Castellanos. La entonces rectora fue renuente a integrar a los estudiantes al Consejo Universitario durante su gestión y entregó el poder a su delfín, Francisco Herrera, quien inició un interinato anodino y prolongado, convirtiéndose luego en su avieso oponente.
Mientras tanto, Libre, al ganar las elecciones, otorgó como premio a los antiguos miembros del MEU ministerios y direcciones del Estado como recompensa por sus acciones en la universidad. El Congreso Nacional había mandado en el 2017 a la UNAH y al rector interino conformar la representación estudiantil en un corto período de tiempo, pero la ambición del interino puso freno al proceso por espacio de seis largos años, sazonados luego por la pandemia.
El juego de ajedrez había comenzado: el interino quería seguir paladeando las mieles del poder e impuso a una Junta de Dirección, que él asumió erróneamente como fieles y manipulables, pero que en realidad eran un grupo de ambiciosos que veían en este nombramiento una oportunidad para ganancias personales. El presidente de esta Junta, Osman Martínez, era además partidario de Libre sin mayores luces.
II. ASCENSO Y MANIOBRAS DE ODIR FERNÁNDEZ
El trabajo inicial de Odir Fernández dentro de la UNAH estuvo marcado por la organización de la persecución penal contra los estudiantes universitarios que protestaban en defensa de la autonomía y la democracia interna. La paradoja es que hoy se encuentra protegido por una administración estatal integrada precisamente por muchos de aquellos jóvenes que fueron víctimas de esa represión y que ahora ocupan cargos públicos como militantes del oficialismo.
En paralelo, en el 2022, luego de una serie de anormalidades en el CNA, Odir Fernández dejó esa institución. Miembros de la oposición lo acusan de haber brindado al partido en el gobierno expedientes confidenciales del CNA y de la desaparecida MACCIH para instrumentalizar la persecución judicial contra sus adversarios políticos. Asimismo, envió una propuesta de Ley de Extradición que buscaba obstaculizar los procesos legales y ayudar con ello a miembros de Libre que veían sobre su cabeza la espada de Damocles, tal como lo acotó en su momento el ex fiscal Edmundo Orellana.
Sus servicios al oficialismo continuaron con la Universidad Nacional de Agricultura, donde fue nombrado interventor, entregando esa institución al control del partido de gobierno. Posteriormente, su cercanía con el rector interino le permitió ser nombrado representante de la UNAH en la Junta de Proponentes para la elección del Fiscal General de la República.
Ese nombramiento respondió a la intención de Francisco Herrera de congraciarse con el gobierno, ofreciendo a la máxima casa de estudios como garantía de obediencia en una de las decisiones más estratégicas del país. Fernández, ya con experiencia en la persecución de estudiantes, se convirtió en operador político, allanando el camino para que el partido en el poder asegurara el control del Ministerio Público.
III. EL RECTOR ILEGAL Y LA DEBACLE ACTUAL
La mesa estaba servida: el interino no podía seguir, pero había que darle un consuelo como embajador en un país distante. La farsa de una elección democrática de la rectoría de la UNAH comenzó.
Mel Zelaya, Carlon y su grupo mandaron a llamar al palacio a los miembros serviles de la Junta. El Oráculo de Delfos había hablado: el oscuro y oportunista Odir había sido, entre bambalinas, ungido, no por la Junta sino por Mel Zelaya y acólitos.
Hubo necesidad de arreglar varios entuertos: el ungido tenía una demanda contra la institución, lo cual lo inhabilitaba. Se tuvo que hacer una curva para darle 10 puntos y fingir que era apto.
Un punto clave que profundiza el carácter irregular de la designación fue la inhabilitación que pesaba sobre Odir Fernández debido a que mantenía una demanda contra la UNAH. Según la normativa universitaria, ello lo excluía automáticamente de ser candidato a rector. Sin embargo, la Junta de Dirección Universitaria, en abierta contradicción con el Consejo Universitario, aprobó una resolución interna que permitió habilitarlo. En ese proceso, se le concedió un plazo especial para retirar la demanda y simular que cumplía con los requisitos. La paradoja es que él mismo había aplicado esa regla a otros aspirantes en el pasado, dejándolos fuera del proceso.
Otro elemento que muestra la manipulación del proceso es que la selección de candidatos para la Junta de Dirección Universitaria estuvo controlada por un reducido círculo de intereses: el propio Odir Fernández, Carlos Sánchez (sobrino de Francisco Herrera) y el mismo Herrera. Con ello, se cerró el proceso a la participación plural, garantizando que la elección se realizara entre actores previamente alineados con la cúpula universitaria y el partido de gobierno.
En 21 meses la UNAH asiste a la debacle: se tuvo que pagar con monedas de plata a los Judas, primero a los miembros de la Junta, con incrementos salariales sustantivos e ilegales; nepotismo rampante colocando a familiares en puestos claves; persecución laboral de docentes y administrativos creando miedo institucional; culto a la personalidad; y con ello, la previsible caída de la institución en los rankings internacionales.
También debe destacarse que Odir Fernández rompió con la trayectoria académica institucional que había caracterizado a sus antecesores. Mientras la mayoría de rectores provenían de una carrera dentro de la UNAH —pasando por puestos como coordinador académico, jefe de departamento, secretario de facultad, decano, vicerrector o secretario ejecutivo—, él llegó directamente al cargo sin ese recorrido.
A esto se suma la controversia sobre la incorporación de su título de doctorado, cuestionado por provenir de una universidad de dudosa reputación académica, con una tesis elaborada de forma colectiva entre varios estudiantes. Esta circunstancia, considerada irregular por estándares de educación superior, solo pudo ser resuelta gracias a la presión ejercida por Francisco Herrera para lograr su reconocimiento formal.
En su trayectoria como profesor, Odir Fernández fue conocido por su ausencia sistemática en las aulas. Llegaba el primer día de clases, dejaba algunos materiales para que los estudiantes los leyeran por su cuenta y desaparecía durante todo el período académico, regresando únicamente al final para aplicar el examen. En otras ocasiones solía faltar de manera reiterada, generando un vacío de enseñanza y un profundo malestar entre los alumnos.
La paradoja es que ahora, ya en la rectoría, ha instalado un régimen de terror dentro de la UNAH, persiguiendo y sancionando a docentes por faltas menores, instaurando un ambiente de miedo y hostigamiento laboral que contrasta con su propio historial de incumplimiento y ausencia académica.
La última escena: el ungido finge inicialmente apoyar a sus dueños, pero luego se revela y simula imparcialidad. Sus amos se enfadan… Su falsa elección no cayó del cielo ni de la nada… La mesa está servida nuevamente para asistir al colapso de un triste remedo de Nerón.
DEFENSORES DE LA UNAH