El reciente intento del gobierno de Libre de incorporar, dentro de la Cátedra Morazánica, una versión ideologizada de los hechos ocurridos en 2009 como supuesto “Golpe de Estado”, no es más que una maniobra política disfrazada de formación académica. Y lo que es peor: está dirigida a los niños, a las mentes más vulnerables del país.
Esto no es educación. Es adoctrinamiento. Es abuso de poder. Y, en el fondo, es un atentado directo contra la democracia y contra el derecho de las futuras generaciones a formarse en libertad de pensamiento.
Desde mi experiencia como politólogo y consultor político internacional, debo manifestar mi rechazo categórico a esta peligrosa imposición. Pretender instalar una única narrativa política como verdad absoluta en las aulas no construye ciudadanía: la deforma. No busca educar: busca manipular. Y no contribuye a la paz social: profundiza la división.
¿Puede una nación que aspira al desarrollo globalizado darse el lujo de usar su sistema educativo como instrumento de propaganda? ¿Puede una democracia saludable permitirse que desde el Estado se dicte lo que se debe pensar sobre la historia reciente?
La respuesta es no. La historia debe enseñarse con seriedad, desde una pluralidad de fuentes y visiones, fomentando el análisis crítico y el debate, no la obediencia ideológica.
La educación no puede convertirse en un arma política. Honduras necesita cerrar heridas, no abrir nuevas. Necesita reconciliación, no confrontación. Necesita ciudadanos libres, no militantes adoctrinados desde la infancia.
Como ciudadano del mundo y como profesional comprometido con los valores democráticos, levanto mi voz ante este atropello. Porque callar sería ser cómplice de una estrategia que erosiona la institucionalidad y contamina la conciencia de los hijos de hondureños “Bien Nacidos”
Es momento de defender la educación como un pilar de libertad.
Es momento de defender la democracia.