La reacción inmediata y concertada de figuras del Partido Libertad y Refundación (Libre), como Rixi Moncada y el consejero del Consejo Nacional Electoral (CNE), Marlon Ochoa, al calificar el reciente simulacro electoral como un “fracaso” ha sido ampliamente cuestionada por diversos analistas políticos y expertos electorales.
La narrativa de Libre es vista como una estrategia preventiva para sembrar dudas sobre la transparencia del proceso, buscando anticipar una acusación de fraude contra la oposición.
El Simulacro: Su Propósito Fundamental
Contrario a la postura de los funcionarios de Libre, un simulacro electoral tiene como objetivo principal precisamente la identificación de deficiencias, fallas logísticas y problemas técnicos que puedan surgir el día de las elecciones.
El ejercicio está diseñado para someter a prueba todos los componentes del sistema, desde la capacitación del personal hasta la operatividad de la transmisión de resultados.
Que se detecten errores o lentitud no es un signo de “fracaso”, sino la confirmación de que el simulacro cumplió su función. Los resultados y las fallas registradas en el simulacro se utilizan como insumos vitales para implementar los ajustes necesarios, optimizar los procedimientos y garantizar que el proceso real se desarrolle con la mayor fluidez y transparencia posible.
Analistas coinciden en que la rapidez y el guion uniforme con que la Sra. Moncada y el Sr. Ochoa se apresuraron a condenar el ejercicio son indicativos de un esfuerzo por crear un clima de desconfianza en la institucionalidad electoral, alineándose con un plan para, según la lectura de los expertos, “acusar a la oposición del fraude que ya tiene planificado Libre”.
