Disculpen mi castellano,entre la esperanza y la trampa

Disculpen mi castellano,entre la esperanza y la trampa

Por: Gabriela Castellanos

En Honduras la democracia no se ejerce: se trafica. Las elecciones son un campo de batalla donde los muertos votan y los vivos siguen muriendo. Desde el poder, las viejas sombras del 2009 regresan disfrazadas de legalidad, solo que esta vez, ya no se golpea con fusiles, sino con decretos.

El país repite su trágico ciclo. Cambian los rostros, pero no las intenciones: quienes prometieron refundar la nación, en realidad la están desmantelando, pues invocan a la patria mientras la traicionan. El pueblo vuelve a ser cifra, no voz. La justicia se reduce a un espectáculo, la libertad a un negocio, y la esperanza a una palabra vacía.

Hegel planteó la idea de que la historia se repite, y Karl Marx añadió: “primero como tragedia y luego como farsa”. En Honduras, sin embargo, ambas ocurren al mismo tiempo: la tragedia es el hambre que no cesa; la farsa, los políticos que venden utopías mientras saquean el país.

En cuanto a los máximos órganos electorales, estos no pueden ser juguetes de caudillos ni oficinas familiares. De hecho, son la última línea que separa la voluntad popular de la dictadura. Si esa línea se rompe, se acaba todo. Por ello, su independencia debe defenderse con convicción, palabra, movilización y coraje. Quien controla el conteo controla el país, y quien controla el país decide quién tiene derecho a comer, a opinar o a callar.

Con todo esto, hay una verdad que debe reconocerse. El socialismo que hoy se impone no libera: coloniza. Siembra caos, miedo, resignación y abstención. Sin embargo, aunque todo parece indicar que estamos al borde del colapso, también lo estamos del despertar.

Por eso, hay que votar masivamente, no como trámite, sino como defensa propia. Votar para limpiar los fantasmas del fraude, los jueces serviles, los notarios del poder y los generales que se disfrazan de demócratas. No se trata de ideología, sino de supervivencia.

El país necesita un Estado que sirva, no que se sirva; que escuche antes de mandar y que alimente antes de mentir. Una nación donde la justicia no sea privilegio ni la libertad mercancía, donde el voto vuelva a ser latido, no estadística.

Y si el fraude es traición a la patria; la indiferencia, su cómplice. Que nadie se quede callado, que nadie se quede en casa. Que las urnas tiemblen bajo el peso del pueblo que siempre pagó la cuenta del banquete, pero que esta vez viene a cerrarlo.

Porque si el voto no limpia el país, lo hará la desesperación. Honduras no puede seguir pagando con dolor lo que puede resolver con conciencia. Que el voto sea, esta vez, el punto donde termine el miedo y empiece la dignidad.

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