Por: Juan Carlos Jara
La carrera presidencial hondureña de cara al 30 de noviembre de 2025 se perfila como una contienda decisiva no solo para definir un nuevo mandatario, sino para decidir si Honduras se encamina hacia una recuperación institucional o continúa su deriva autoritaria bajo el manto del socialismo del siglo XXI.
Desde mi perspectiva como consultor político internacional y politólogo, observo con atención tres elementos fundamentales del panorama actual: la viabilidad electoral de los candidatos, la coherencia entre discurso y propuestas, y la posibilidad real de cambio si no se logra una Gran Coalición Nacional de la Oposición. A esto se suma un cuarto factor alarmante: la amenaza creciente de fraude electoral como método de perpetuación del oficialismo.
¿Quiénes pueden ganar realmente?
Las candidaturas ya lanzadas —tanto oficialistas como de oposición— exhiben niveles desiguales de estructura, conexión territorial, financiamiento y credibilidad. Si bien LIBRE conserva un núcleo duro de apoyo, es evidente que el desgaste de la administración de Xiomara Castro, sumado al hartazgo de sectores sociales y económicos ante el estancamiento y la politización de las instituciones, abre una oportunidad inédita para la oposición.
Sin embargo, la mayoría de los candidatos opositores presentan un techo electoral limitado. Enfrentan el reto de representar intereses sectoriales más que nacionales y, en muchos casos, no logran encarnar un relato integrador que capitalice el deseo ciudadano de cambio con gobernabilidad.
¿Qué tan realistas son sus discursos y propuestas?
Muchos discursos de campaña están plagados de buenas intenciones, pero con serias carencias en viabilidad técnica y sin un anclaje claro en capacidades estatales reales. Abundan las promesas en áreas como empleo, seguridad o inversión extranjera, pero se omite cómo revertir el copamiento institucional, cómo restablecer el Estado de derecho o cómo despolitizar la justicia.
Se necesita mucho más que carisma o presencia mediática. Honduras requiere una hoja de ruta realista, democrática y técnica. Y eso solo puede surgir si los candidatos opositores logran acuerdos mínimos que integren gobernabilidad, transición democrática y restauración institucional.
¿Es posible ganar sin una Gran Coalición Nacional de la Oposición?
La respuesta es clara: no.
Ir divididos es sinónimo de derrota. La fragmentación del voto opositor solo favorece al oficialismo, que cuenta con maquinaria clientelar, control institucional y narrativa populista instalada.
Una Gran Coalición Nacional de la Oposición no es solo una estrategia electoral; es una necesidad histórica. Los partidos deben dejar de lado los egos, las disputas menores y los cálculos mezquinos. Solo una unidad amplia, programática, y con liderazgo firme podrá ofrecer una alternativa de país y no una mera alternancia de poder.
La Coalición debe ser un acuerdo patriótico, capaz de sumar fuerzas democráticas, sectores empresariales, académicos, sociedad civil y juventudes, que comprenda que derrotar al socialismo autoritario requiere más que votos: requiere visión, coraje y unidad
¿Qué tan limpia será la elección? Una alerta urgente
No se puede soslayar un riesgo inminente: el posible fraude electoral como mecanismo de permanencia en el poder por parte del oficialismo. La reciente vinculación de la empresa Smartmatic para la administración del proceso electoral genera preocupaciones fundadas en múltiples experiencias internacionales donde este proveedor ha sido denunciado por su supuesto rol funcional en fraudes electorales en países bajo regímenes socialistas o autoritarios.
Honduras no puede permitirse una elección sin garantías plenas de transparencia. La comunidad internacional, la sociedad civil, los observadores independientes y los partidos políticos deben estar alertas. Porque cuando el poder teme perderlo, no duda en manipular las reglas del juego. Y si el árbitro electoral está comprometido, la democracia misma queda en jaque.
Hoy más que nunca, Honduras necesita un pacto nacional que no solo gane las elecciones, sino que restaure la República y devuelva la esperanza a un pueblo que ya no resiste más improvisaciones, fraudes ni populismos.