Por: Marcio Sierra
El poder que conquistaron los castromelistas y el Partido Libre por medio de elecciones democráticas afecta visiblemente a los hondureños en general. Al punto que la capacidad de influir de los izquierdistas en los demás, tiende a deteriorarse ostensiblemente. Toman decisiones que, en vez de favorecer a Honduras, van estableciendo una gobernanza anormal porque infunde temor y disentimientos en la convivencia de las comunidades hondureñas.
En el ámbito político, el clan familiar castromelista utiliza el poder que tienen, como mecanismo para imponer una gobernabilidad con ética de poder incierta y cuestionable. Ejercen el poder gubernativo aprovechando los aparatos del Estado, para amedrentar a los opositores políticos y sustraer fondos públicos con fines particulares partidaristas y personales; manipulan los nombramientos de funcionarios públicos para fortalecer el sistema de Estado botín; hacen campaña proselitista utilizando medios de transporte del Estado, tal como el uso del helicóptero nuevo de las FF.AA. importado de Alemania por la candidata del Partido Libre, que siendo ministra de defensa en funciones, viola la ley cínicamente para movilizarse y hacer campaña electoral a su favor; protegen a narcos familiares del coordinador del Partido Libre, que aparecen en videos tomados por los mismos narcos, participando en reuniones con miembros de carteles traficantes de cocaína hondureños que operan en el país; practican el soborno con diputados para que voten a favor de los intereses políticos del castromelismo, hecho denunciado por diputados de la oposición democrática; realizan viajes turísticos onerosos para la economía pública disfrazados de misiones gubernativas alrededor del mundo, en la que participan no uno, dos o tres funcionarios, sino más de veinte, sin justificación oficial alguna que amerite la presencia de ellos; utilizan los recursos del Estado para fines proselitistas, dejando de lado, inversiones a favor del desarrollo nacional, sobre todo al hacer erogaciones en propaganda, asistencialismo político y vehículos de lujo blindados para satisfacer a ciertos funcionarios claves del gobierno; sustraen millonarias cantidades de lempiras del erario público que no son auditados; manipulan de manera sospechosa a la policía civil y militar, a fin de ejecutar acciones de persecución política a políticos o periodistas que adversan al gobierno; encubren actos de corrupción pública cometidos por funcionarios cercanos a la familia Castro Zelaya; politizan descaradamente el Poder Judicial y el ministerio público, al punto de utilizar estos aparatos del Estado para incidir a través del presidente del Congreso Nacional y del fiscal general directamente, el curso de casos de judicialización a favor del interés político del coordinador del Partido Libre y de la presidente de la república; colocan en la estructura gubernativa a funcionarios claves, elegidos de manera fraudulenta. Estos son solo algunos de los ejemplos que ilustran con claridad, la calidad amoral del perfil del gobierno de extrema izquierda y anti-capitalista que nos gobierna.
La naturaleza del poder político socialista que rige a Honduras en la actualidad, complica la transformación de la realidad de millones de hondureños, porque ejercen una influencia en la ciudadanía, sin responsabilidad moral y que daña la vida, los derechos y las oportunidades de los ciudadanos en general.
En un sentido histórico, hoy por hoy, el poder de los izquierdistas como medio legítimo, no es utilizado para reorganizar la sociedad, pero si como herramienta de dominación. El Estado hondureño no tiene estabilidad, porque existe un proceso de desmoralización debido a la ausencia de principios de justicia, transparencia, el respeto a la dignidad humana y la rendición de cuentas. Los líderes políticos castromelistas actúan por encima de la ley. Usan el poder de manera injusta e imponen el autoritarismo, la corrupción, el abuso de autoridad y la persecución política selectiva. No hay límites institucionales. En nuestra sociedad, se tolera la impunidad y el poder sin escrúpulos, debilitando la democracia. Por lo tanto, se hace necesario que los opositores democráticos, reconquisten el poder de Estado para ejercerlo con ética, porque sin ella, se vuelve destructivo. Tener ética no es un ideal ingenuo, sino una obligatoriedad para lograr vivir en una sociedad justa, humana y sostenible.