Por: César Indiano
Hace más omenos dos años, más de un millón de votantes fuimos engatusados con la consigna de que “sacar a Juan Orlando era la prioridad para Honduras”, así que acudimos masivamente a las urnas con el propósito de reemplazar a un hombre que se había vuelto un “ser odioso mientras gobernaba”, pero, lo obsesión por quitarlo llegó tan lejos que nadie se puso a ver LA COSA que estábamos eligiendo.
Sólo abrimos los ojos un año después, cuando pasó la resaca electoral y vimos una trulla de cegatos sentados en el gabinete. Sólo entonces, supimos que habíamos caído, otra vez, en la tenebrosa pesadilla del zelayismo, pero esta vez, el zelayismo se había fortalecido con el salvadorismo y ahora, no únicamente debíamos soportar la doble demencia de un gabinete funesto, sino, los dislates de un gobierno grotesco, porque ¿qué cosa puede ser más grotesca que meter en el mismo aprisco a Manuel Zelaya Rosales y Salvador Nasralla Salum?
Al cabo de un año la luna de miel entre Manuel Zelaya y Salvador Nasralla se fue al hoyo y otra vez, el Señor de la Televisión, quedó como un perro suelto, y, otra vez, comenzó a ladrar su obsesión incurable de querer ser el presidente de Honduras.
Este deseo es algo que lo mata. A este hombre se le ha metido entre seso y mollera que, si no cumple dicho objetivo, su larga trayectoria de mentiras y engaños va a quedar incompleta. En su afán desmedido por lograr este propósito a cualquier precio, ha fundado dos partidos unipersonales (ambos abandonados), ha participado en tres contiendas electorales desastrosas, ha traicionado a ingenuas personas honorables y en la última jugada, le prestó la pistola al Partido Libertad y Refundación y de eso modo el zelayismo nos remató.
Crecí oyendo las mentiras y tonteras que Salvador Nasralla ha hablado por décadas sobre futbol y en los recientes quince años he escuchado con atención la cantidad de mentiras y tonteras que ha dicho sobre política.
A diferencia de otros que abandonaron sus negocios y empresas para probar suerte en el incierto negocio de una candidatura, este sujeto siguió mamando de la vaca vieja (La TV) y ha chupado a lo bestia de la burra nueva: la política. Antes de ir a la política tenía dinero, pero, los cobros jugosos por quedar en segundo lugar lo volvieron millonario en menos de una década.
Ha engañado a ricos y a pobres con el cuenterete de que es honesto y limpio, pero este hombre es más peligroso que Juan Orlando, supera en capacidad de mentir a Manuel Zelaya Rosales y está más podrido que una guayaba en el guayabal. Amable lector, hay un tipo de corrupción que es peor que el saqueo de dinero estatal, se llama La Arrogancia.
Hayek la llamaba, La Fatal Arrogancia, en el terreno propiamente político, se refiere a siniestros personajes que razonan desde una supremacía intelectual que no poseen, pero que, al mismo tiempo, necesitan el Poder Supremo del Estado para llevar su megalomanía a niveles estratosféricos.
Esa es la razón por cual tiene quince años de estar gritando en las cámaras “yo te voy a educar” “yo te voy a salvar” “yo te voy a sacar de pobre” y como ha sustraído millones de la Cosa Pública y a ninguna persona ha sacado de pobre, entonces, todos sabemos de qué van sus carajadas. Pero, vivo en una nación sumisa y aun personas educadas, ricas e íntegras, se hincan en el altar de sus engaños y lo siguen.
Salvador Nasralla no es buen ciudadano. Es un mal hombre. Es un peligroso sabelotodo que sólo está cómodo si lo adulan, lo aprueban y lo idolatran. Destruyó la trayectoria profesional de mujeres indefensas como Marlene Alvarenga, Suyapa Figueroa y Maribel Espinoza y ha aplastado a todos los amigos que lo han seguido en sus diabólicas aventuras presidenciales. Jamás movió un dedo por Walter Urbina y nunca movió la boca para defender al pobre Edgardo Zúniga. Únicamente este hombre sabe quién mató al periodista Arístides Soto, pero jamás lo han llamado a dar declaraciones.
No admira ni respeta a ningún periodista, no le agradan los empresarios a los cuales califica de ladrones, no simboliza a los pobres de los cuales se burla, no congenia con los militares de los cuales desconfía y nunca le ha interesado el futbol ni los futbolistas, a los cuales considera analfabetas, marginales y anémicos.
A diferencia de otros políticos que han afrontado sus errores con cárcel (Juan Orlando, Rosa Elena de Lobo, el doctor Mario Zelaya, Oscar Kilgore, Tony Hernández etc.), con destierro (César Ham, Carlos Zelaya Rosales, David Chávez, Padilla Sunseri) o con la muerte (Leonardo Callejas, Benjamín Bográn, Eduardo Gaugel e hijo), este altivo caballero de tétrica figura, siempre sale trotando en caballito blanco… Puro, impoluto e siempre inmaculado.
Ahora mismo, una derecha temerosa y confundida ven a este titán de la mentira como al nuevo libertador de Honduras y es algo extrañamente masoquista, porque la gente, cuando se cansa de las tiranías y los malos gobiernos se obsesiona por empeorar las cosas, eligiendo a tipos que superen en maldad al que ya estaba. Tengo a veces la sensación de habitar un país de esquizofrénicos, pero, por muy maniáticos y locos que estemos todos, deberíamos ver atentamente qué tipo de COSA ponemos en la presidencia.