Por: Marcio Enrique Sierra Mejía
Sepa donde en esta Honduras ahora llena de cultivos de coca o marihuana esparcidos por doquier y multitud de jóvenes reunidos en plazoletas comerciales y universitarias con rumbo político incierto, los políticos de oficio castromelistas, aprendieron a hacer lo malo a escondidas con sabor dulce. Dulce como una semita de yema embadurnada de cinismo vulgar.
Estos políticos castromelistas cantores del rescate nacional, aprendieron que hacer lo malo pega más sin gritos y garrotes, pero mejor realizados con sonrisas hipócritas complementados con abusos por encima de los principios legítimos. Y de este modo, con el descaro del vendedor de mercancías robadas, los castromelistas malvados tratan de volverse buenos a los ojos del ciudadano, mientras los políticos buenos -si queda alguno- duermen y sueñan que están en el país de los prodigios divinos.
La candidata castromelista que apoya el Partido Libre, usa la dulzura como método. Le llega al pueblo siguiendo el rol de una azucarada cenicienta que intenta atraer a cándidos ciudadanos en Tegucigalpa, San Pedro Sula, en las aldeas de Olancho y los barrios de Comayagüela, con el fin político de desdibujar la línea entre el crimen político y la gestión pública refundacional, a la que ella contribuye a dibujar, con desvergonzada habilidad burocrática. Tanto así, que no le importa invertir sumas exorbitantes de dinero del presupuesto público en su campaña electoral, que es producto de los impuestos que pagamos.
Con una humildad camaleónica, promete un desarrollo nacional como el de Cuba, obviando que, en este país la pobreza aumenta velozmente y su población se hunde cada día que pasa, en el hoyo de una miseria real. Hace escandalosos ofrecimientos de inversiones gigantescas en obras de infraestructura, porque supone, que va a contar con dineros provenientes de los países socialistas, incluido el cartel narcotraficante de los soles, anidado en Venezuela.
Endulza al pueblo comprometiéndose a realizar contratos multimillonarios con empresas pantalla para desarrollar un socialismo ejemplar que, al día de hoy, no ha demostrado ser un ejemplo de honestidad y transparencia ética, sino una penosa y repudiable funcionaria que, en el corto tiempo como funcionaria pública, ha logrado acumular una fortuna extraordinaria sin ser una cabal empresaria.
La táctica de mostrarse dulce, le gana aplausos probablemente fingidos y la alejan del rol que ha tenido como funcionaria pública deshonesta. Es por esta razón, que difunde mediáticamente una falsa regeneración espiritual, pretendiendo reflejar una personalidad humilde de beata autentica, que le favorezca para atraer votos, fingiendo pasar de un cinismo corrupto arrogante al torcido papel de una humilde creyente católica o cristiana salida del pueblo pobre. Busca convertirse en la figura mesiánica que va a redimir al pueblo de Honduras.
Utilizando los aparatos del Estado, el patrimonio obtenido del mal uso de los bienes públicos, el clan político castromelista a su lado, la narrativa victimista y una nueva cara de dulce mujer alejada de los vicios que ocasiona la corrupción. La ahora dulce candidata del Partido Libre, encarna la astucia del narco-Estado al aplicar una retórica izquierdista que le sirve para esconder, el autoritarismo que ejercen con el fin de destruir la democracia en Honduras e imponer la maldad de una dictadura que traiciona al pueblo hondureño. Su dulzura no se refleja en su actuar, sino en el efecto que provoca. Es decir, en el peligro del embrujo colectivo que busca obtener, porque es una dulzura que pretende volverla cultural, hacerla norma, es decir, que lo anormal se normalice.