América Central, una región crucial para la seguridad y la prosperidad de Estados Unidos, se encuentra en una encrucijada peligrosa. Envalentonados por la administración Biden, los regímenes de izquierda han desatado una ola de corrupción, crimen organizado y autoritarismo que amenaza no solo la estabilidad de la región sino también los intereses de Estados Unidos.
Recientemente, la presidenta socialista de Honduras, Xiomara Castro, amenazó descaradamente a Estados Unidos, declarando que expulsaría las bases militares estadounidenses del país si el presidente Trump seguía adelante con sus planes de deportar a los ciudadanos hondureños ilegales.
Los comentarios de Castro fueron nada menos que audaces. Acusó a Estados Unidos de beneficiarse del territorio hondureño durante décadas sin pagar un centavo, y sugirió que cualquier política de deportación obligaría a su gobierno a “reconsiderar la cooperación” en asuntos militares. Este descarado intento de intimidar a un presidente estadounidense elegido democráticamente es un recordatorio contundente de hasta qué punto están dispuestos a llegar los líderes izquierdistas para socavar los intereses estadounidenses mientras exigen dádivas.
problemas de su país. Si los inmigrantes ilegales hondureños son tan vitales para la economía estadounidense como afirma, ¿no debería Castro estar celebrando su regreso para que puedan contribuir a su nación en dificultades?
El presidente Trump entiende lo que está en juego: las fronteras, la seguridad y la influencia de Estados Unidos están ligadas al destino de América Central. Ahora que los regímenes izquierdistas se envalentonan y el caos se extiende, es hora de tomar medidas audaces. Para enviar un mensaje claro a Xiomara Castro y a sus secuaces, Trump debe reafirmar el dominio de Estados Unidos en la región, hacer retroceder la subversión izquierdista y restablecer la visión de “Estados Unidos primero”, que pone nuestros intereses por encima de todo lo demás.
Al mismo tiempo, el creciente dominio de China sobre América Central, facilitado por líderes como Castro, es una amenaza existencial para la influencia de Estados Unidos en la región. Las llamadas inversiones de Beijing están diseñadas para debilitar el dominio estadounidense y reforzar su control sobre una zona crítica para nuestros intereses estratégicos. La retirada de Castro de las políticas pro mercado y contra el crimen es una invitación a Beijing para expandir su poder.
En cambio, el gobierno de Hernández redujo la violencia, desmanteló los cárteles de la droga y mejoró la cooperación entre los organismos de control de inmigración de Estados Unidos y Honduras. El retroceso de estos logros por parte del gobierno de Castro pone de relieve los peligros de permitir que los regímenes de izquierda gobiernen sin control. En Honduras, la liberación y el regreso de Hernández y la restauración del Partido Nacional en el poder son probablemente las únicas formas de impedir que el país consolide su condición de Estado fallido.
Para enfrentar las amenazas que plantean los regímenes de izquierda y quienes los apoyan, el presidente Trump debe defender a sus partidarios, desafiar a los corruptos y aplastar la creciente oleada de influencia china. En esencia, esta estrategia implica restablecer alianzas, aprovechar la ayuda económica y fortalecer la seguridad.
Centroamérica. Las políticas de su administración reforzaron la seguridad regional, frenaron la migración y reforzaron el liderazgo de Estados Unidos. Un segundo mandato debe construir sobre esa base revirtiendo el daño infligido por la administración Biden con su apaciguamiento de los regímenes izquierdistas y su abandono de los aliados leales.
La estabilidad de Centroamérica no es sólo una preocupación regional, sino un imperativo de seguridad nacional. Lo que está en juego es claro: la subversión izquierdista sin control conducirá a más delincuencia, migración masiva y una menor participación de Estados Unidos en su propio hemisferio. Si responde decisivamente a las amenazas de Xiomara Castro y perdona a Hernández, Trump puede garantizar que “Estados Unidos Primero” signifique “Centroamérica Fuerte”.